miércoles, 25 de marzo de 2009

El buen Humor en al Enseñanza

El Buen Humor en la Enseñanza


El buen humor es un buen recurso para la enseñanza, pero puede tornarse es un impedimento cuando se utiliza incorrectamente. No es aceptable si no contribuye al proceso de enseñanza o más si lo entorpece o lo desvía de tal manera que no se concretan los objetivos previstos..


POSIBLES BUENOS USOS

En sentido positivo y práctico, se pueden sugerir tres posibles usos del humor en la enseñanza.

Como motivación

Esta es quizás una de las ocasiones donde el humor es más efectivo. Una historia, un dibujo o un chiste pueden llamar la atención del grupo y hacer que todos piensen en un mismo tema. Luego, será más sencillo introducir el tema de enseñanza. Esta revista, por ejemplo, Apuntes Pastorales, con frecuencia tiene varios cuadros cómicos, generalmente relacionados con la vida cristiana o la vida de iglesia. Si alguno de ellos aborda el tema de la próxima reunión, se puede sacar una fotocopia ampliada —o tal vez un «artista» del grupo se anime a copiarlo— y utilizarlo como una lámina sobre la cual hablar durante la introducción al estudio. De esa forma puedes «meter» a tus oyentes en el tema, de una manera agradable.

Cómo ilustración

Una historia con un buen contenido de humor puede hacer que uno de los puntos de la enseñanza quede ilustrado de manera especial. Personalmente he encontrado en la literatura universal una buena fuente de este tipo de recursos. Siempre habrá alguna situación que tiene una buena dosis de humor, escrita de manera elegante y atractiva. Pero es necesario organizarlas por temas, porque luego que se hayan acumulado muchas situaciones, será muy difícil recordar todas las existentes en el archivo. Cuando se necesite una situación para ilustrar la enseñanza, sólo es requerido revisar aquellas bajo un determinado tema.

Como reflexión

El humor como punto de partida para una reflexión es muy difícil de aplicar, aunque si lo logramos es, ciertamente, muy efectivo. Como lo afirmábamos en nuestro articulo anterior, el humor ayuda a distender, y una vez logrado este estado de ánimo es posible guiar al grupo a meditar en la enseñanza y ver cómo se conecta a sus propias vidas. Pero el gran peligro de esta opción es que hay una línea muy fina entre mantener la atención del grupo en el tema y la desconcentración. Quizás el uso del humor como reflexión debe dejarse hasta haber desarrollado la habilidad de administrarlo adecuadamente.

ORGANIZACIÓN DEL MATERIAL

Si queremos que el material nos sea útil en el momento oportuno, pues debemos organizarlo. Una disposición mínima permitirá archivar rápidamente el nuevo material y encontrar fácilmente lo guardado. De lo contrario, será muy difícil buscar entre montañas de recortes y papelitos cada vez que se necesita algún material.

Lo primero que se debe hacer es subdividir el archivo en secciones, tantas como lo requieran nuestras necesidades. El sistema de archivo, si no tienes un gabinete especial, puede ser un conjunto de sobres o carpetas de anillos. Esto permitirá expandir el sistema a medida que crece el acopio de material. La división del archivo en secciones sugiero, debe ser por temas. Para ello mira el recuadro y úsalo como orientación. Vas a ver que. muchos temas más vendrán a tu mente.

Dentro de cada tema archivaremos tiras cómicas, historias reales, recortes : de periódicos y revistas, extractos de novelas o historias ficticias o reales para ser narradas.

Lo importante de cualquier sistema de organización que se escoja es que debe facilitar el trabajo. Evitemos crear un paso más en la burocracia personal, o crear un sistema más complicado de lo que las necesidades reales requieran.

ERRORES PARA EVITAR

El humor es un buen recurso para la enseñanza, pero es un impedimento cuando se utiliza incorrectamente No es aceptable si no contribuye, al proceso de enseñanza, o aun si lo entorpece o lo desvía de tal manera que no se concretan los objetivos previstos.

Veamos los siguientes usos negativos del humor.

El humor irrespetuoso

Una manera de abusar del humor es utilizarlo para faltar el respeto a los oyentes. Muchos creen que por medio de un chiste pueden decir cualquier cosa y que la otra persona no tiene derecho a ofenderse porque «ha sido simplemente un chiste». Este uso puede tornar la forma de poner en ridículo al grupo o a una persona en particular por alguna conducta o costumbre. Hay que entender que las personas —aun los jóvenes— son diferentes y toman los chistes en forma diferente, ya sea por su situación psicológica, crianza o cultura. Estar en posición de liderarlos ministrarlos requiere sensibilidad de nosotros para hacerlos sentir amados.

Otra forma es encontrar divertido los comentarios sobre un defecto una particularidad física de algún miembro. Un buen maestro respetará a cada persona y permitirá que se tome a otra persona como motivo de risa. Esta actitud del maestro generará la seguridad de que nadie será el centro de burla o risa.

Sobre este punto, déjeme decirle algo: tal vez te encontrarás con personas que, aparentemente, «lo toman muy bien». No obstante puede haber muchísimas para que, a simple vista nos parezca de esta forma pero en la intimidad de la persona está ocurriendo algo totalmente distinto, y no es claro a nuestros ojos.

El humor inoportuno

Otro mal uso del humor es hacer chistes o comentarios humorísticos en el momento menos adecuado. Y es el momento inoportuno lo que hace que el humor sea de mal gusto o irreverente. Dentro de esta categoría, hay dos formas que requieren atención especial del líder.

Una de ellas es no interpretar el clima emocional del grupo, como por ejemplo, hacer bromas cuando el grupo se prepara para la oración o para un tiempo de recogimiento espiritual. Otra —y lo he visto varias veces— es hacer bromas porque alguien llora en el culto por haber sido tocado por Dios de una manera especial.

El humor prolongado

Personalmente disfrute mucho los chistes y el humor, pero hay ocasiones en que parece que nos quedamos en él, y no somos capaces de seguir con el resto. Muchas veces el problema está en no saber cortar las bromas a tiempo, haciendo que el tema pierda seriedad. Salomón nos recuerda que hay «tiempo de reír y tiempo de estar callado». Y el maestro que usa el humor en exceso debe aprender a restringir su uso.

El humor desubicado

Como dije antes, nuestro contexto histórico cultural no sólo determina las características personales, sino también la forma en que percibimos el humor. A todos nos habrá sucedido que no nos ha parecido divertido cierto comentario de una persona procedente de una cultura diferente a la nuestra. Como no conocemos el contexto cultural de la otra persona, no entendemos las sutilezas del humor que ella quiso compartir. Pero tengamos cuidado, también es posible hallar estas diferencias entre personas de edades dispares, distintas regiones dentro de un mismo país o ciudad, o entre cristianos y no cristianos. En este caso, el maestro debe tener en cuenta que la «distancia cultural» puede hacer que el humor no sea bien interpretado, y hasta sea contraproducente.

El humor agresivo

Este es el caso del maestro o líder que utiliza el humor para agredir al grupo o a uno de sus miembros. Por ejemplo, uno de los jóvenes ha causado dificultades al líder faltándole el respeto menoscabando su autoridad. Cuando todo el grupo está reunido, el líder centra el humor y las bromas en aquel joven, para ponerlo en ridículo y así hacerle «pagar» su mal comportamiento. Este es el caso del humor transformado en un arma, que se utiliza para descargar sentimientos negativos generados por el comportamiento del joven. En este caso el humor ya no es útil, sino que agrede, humilla y degrada a otros. Otra forma frecuente, y aun más sutil, son los sobrenombres basados en defectos físicos o características de un joven. Este humor agresivo es particularmente ácido o hiriente entre adolescentes. El maestro no sólo debe eliminarlo de su estilo, sino que también debe enseñarles a los jóvenes a no usarlo entre ellos.

Tal vez sea buena y pertinente una charla a todo el grupo de un especialista que muestre de qué manera los apodos o «sobrenombres» influyen en las personas.

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